Como Piedras vivas - Pastor Juan José Arias


Nuestro modelo de piedra viva es Jesucristo, la piedra angular sobre la cual todo el edificio es edificado. Él está vivo con la vida de Dios y es nuestra fuente de vida «porque en Él habita toda la plenitud de la divinidad» (Col 2.9).

 

Nuestro modelo de piedra viva es Jesucristo, la piedra angular sobre la cual todo el edificio es edificado, (Is 28.16; 1 Pe 2.6). Está vivo con la vida de Dios y es nuestra fuente de vida «porque en Él habita toda la plenitud de la divinidad» (Col 2.9).

La piedra no escoge su lugar sino es colocada por el arquitecto de acuerdo a la ubicación prevista en sus planes. Estamos vivos gracias a la vida que recibimos de Él cuando nacimos de lo alto. Como la vid transmite su vida a todos los renuevos que brotan en ella, así también nosotros tenemos vida si permanecemos en Él como sarmientos en la cepa (Jn 15.4-5).

Nadie es piedra viva para sí mismo, sino para ser utilizado en la edificación de la casa espiritual que Dios está construyendo para morada suya entre los hombres (Ef 2.22). El modelo de su construcción es el que vio Moisés en el espíritu y que sirvió también para el tabernáculo del desierto (Ex 26.30) y para el templo que edificó Salomón (He.8:5), hecho éste de piedras muertas.

Las piedras con que se construye el nuevo templo espiritual han sido sacadas de la cantera situada en el desierto que es el mundo, morada de búhos y chacales (Is 34.14-15). Cristo nos rescató del reino de las tinieblas y nos trajo al reino de su luz admirable (1 Pe 2.9), al valle florido donde se construye su templo. 

Pero, antes de ser utilizados en su edificación, tenemos que ser tallados por Él. Primero a golpes potentes de mazo, luego, a medida que vamos tomando la forma que Él requiere, con cinceles cada vez más finos y golpes cada vez más precisos, hasta que por fin estamos listos para ser colocados en el sitio que Él ha previsto. La piedra no escoge su lugar sino es colocada por el arquitecto de acuerdo a la ubicación prevista en sus planes. Si la piedra se pusiera a discutir y se negara a ser colocada en su sitio, correría el peligro de ser descartada.

Una vez puesta en el lugar destinado, la piedra colabora en el equilibrio de las fuerzas dinámicas que rigen la construcción. La piedra soporta la presión de los bloques que están encima y, a su vez, es soportada por los que están debajo y a sus lados. Así, nosotros colaboramos con el sostenimiento del edificio «soportándonos unos a otros y perdonándonos unos a otros» (Col 3.13), y tratando de no ser un peso excesivo para las piedras que, a su vez, también nos soportan. La piedra debe encajar perfectamente en su sitio. Si no encaja bien hace peligrar la estructura del edificio y tendría que ser desechada. Así también, nosotros, lo seremos igualmente si somos tercos y nos rebelamos contra las presiones que nos toca sobrellevar.

La piedra, una vez puesta en la pared, sufre sin quejarse ni protestar los embates del mal tiempo, del viento, la lluvia y la nieve. Está allí precisamente para eso, para guarecer el interior del templo. ¿Qué sería del edificio si las piedras del muro, asustadas por los embates de la tempestad, quisieran retirarse a un sitio más protegido? No obstante, los bloques de piedra pueden resistir porque han sido «fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad» (Col 1.11). Así como el alfarero nunca fabrica dos cántaros iguales, Dios nunca crea dos piedras iguales. La piedra que está en contacto con el mundo es machucada, golpeada, rayada por los transeúntes, pero, llena del amor de Dios «todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13:7). En todo edificio bien construido hay piedras de diversas formas. Así como el alfarero nunca fabrica dos cántaros iguales, Dios nunca crea dos piedras iguales.

Las piedras cumplen, asimismo, diversas funciones de acuerdo a sus distintas formas. Si así no fuera, el edificio no sería «funcional», sino una construcción monótona, amorfa e inútil. «Si todo el cuerpo fuese ojo ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído ¿dónde estaría el olfato?» pregunta Pablo en primera a Corintios (12:17).

 

Si estamos buscando ese avivamiento como iglesia, debemos de comprender que TODOS y cada uno de nosotros somos muy importantes como piedras vivas de sostener todo el edificio que es la iglesia.

                                                       ¡Bendiciones!

 
 

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