Como piedras vivas 2 - Ptor Juan José Arias
Hay piedras que son cimientos: los apóstoles y profetas (Ef 2:20). Hay piedras que son columnas: sostienen las estructuras (Gá 2:9). En la base de las columnas hay piedras cuadradas, sólidas; hay piedras cilíndricas y bien pulidas en la espiga; otras son capiteles, de variadas formas, artísticamente labradas. Ellas alegran y dan vida al conjunto. Hay piedras curvas que forman parte de los arcos, unen una columna con otra, o muro con columna. La esbeltez de los arcos parece desafiar las leyes de la mecánica. El trazo de las uniones requiere osadía y firmeza, pero sin ellas el edificio no podría adquirir altura ni amplitud (Hab 3:19).
En los arcos y en las bóvedas hay piedras claves, colocadas en el medio, sin las cuales unos y otros se derrumbarían. Han sido cinceladas con gran precisión y colocadas con todo cuidado para que encajen perfectamente en el centro, sin inclinarse ni a un lado ni al otro. Son como balanzas fieles. Así hay cristianos que son llamados a juzgar entre hermano y hermano y deben hacerlo sin distinción de personas (St 2:9).
En el edificio hay piedras macizas, otras talladas en filigrana. Hay piedras visibles, admiradas por todos; hay piedras ocultas, cuya existencia nadie conoce, pero son las más necesarias. Son los intercesores que se colocan en la brecha por otros (Ez,22:30).
Hay piedras donde resuena la alabanza: son los músicos y cantores (Sal 95:1-3; Sal 150). Hay piedras en los vitrales, por donde entra la luz que ilumina a otros: son los maestros (2 Ti 2:2). Hay piedras en las puertas, por donde entran los convidados a la boda: son los evangelistas (2Ti,4:5).
Pero todas juntas forman el templo que Dios construye para morada suya. Como sus piedras son vivas y no muertas tienen una propiedad maravillosa: no sólo han sido edificadas como casa espiritual, sino también como «sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios» (1 Pe 2:5). Jesucristo es la piedra angular «en quien todo el edificio bien coordinado va creciendo “fruto de labios que confiesan su nombre» (He 13:15). Además, en el sitio que Dios les tiene asignado, ofrecen sacrificios de ayuda mutua, de los que Dios se agrada (He 13:16).Jesucristo es la piedra angular «en quien todo el edificio bien coordinado va creciendo» (Ef 2:21). Si el edificio no crece en Cristo, tiene que ser desechado. Si se pone otro fundamento, es un templo falso. Hay tantos de estos templos falsos en el mundo que atraen a la gente, que han sido construidos sobre fundamentos engañosos. Sus piedras se creen vivas, pero están muertas.
Nosotros queremos sacarlas de su engaño, limpiarlas de sus ídolos y traerlas a nuestro templo. Tenemos el mandato de Cristo para hacerlo y podemos lograrlo porque nuestro templo es un templo vivo, del que brotan aguas «debajo del umbral de la casa» (Ez 47:1), de la roca misma, que es Cristo (1 Co 10:4).
Además, esta agua fluye hacia los campos resecos del mundo, primero como un riachuelo que poco a poco se va anchando, pero que luego aumenta hasta convertirse en un río de agua viva, en cuyas riveras «crece toda clase de árboles frutales, cuyas hojas nunca caen, ni falta su fruto» (Ez 47:12). Y toda alma que nade en esas aguas y beba de ellas vivirá eternamente.
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